Los primeros contactos con discusiones en el campo de los Derechos Humanos nacieron en mi proceso de acción sindical. El debate sobre las desigualdades socioeconómicas - que inicialmente se centró en comprender cómo el modo de producción capitalista promueve una organización social injusta y divisiones en clases sociales antagónicas - se fue ampliando a lecturas e interpretaciones de la realidad que consideran diferentes mecanismos de subordinación y exclusión basados en la pertenencia étnico-racial, la identidad de género, la orientación sexual y la edad, entre otros, que reverberan en diversas formas de vulnerabilidades y jerarquías sociales. Dentro de este proceso, puedo señalar tres inspiraciones principales: Una está en la acción y la lucha de los movimientos sociales. La segunda surge del diálogo con niños, adolescentes y jóvenes ávidos de oportunidades y voces. La tercera inspiración es el deseo de dejar un mundo mejor a las generaciones futuras.
Al considerar la forma en que el racismo define los roles sociales y que la escuela es un lugar de producción y reproducción de prejuicios y procesos discriminatorios étnico-raciales, llegué a comprender el papel de los profesionales de la educación en la lucha contra el racismo, que se construyó históricamente y sigue reforzándose y adaptándose a los diferentes contextos sociales. Al considerar las estructuras sociales que promueven la desigualdad y las prácticas segregacionistas, resulta evidente por qué sigue siendo ventajoso para determinados grupos mantener el racismo como una estrategia que mantiene el estatus de los grupos no privilegiados en la base de la pirámide social que sustenta el estatus privilegiado de un grupo minoritario. En este sentido, un orden económico y social injusto relega constantemente a estos individuos a la base de la pirámide, donde heredan una situación laboral insegura. Es importante recordar que la base de esta pirámide está compuesta principalmente por mujeres negras, como resultado de la superposición de las categorías de subordinación: raza, clase y género. Consciente de ello, la Dirección de Educación Rural, Derechos Humanos y Diversidad desarrolla una amplia gama de proyectos y acciones capaces de minimizar los efectos de las desigualdades sociales, tales como:
Actuamos para hacer frente a la violencia desde la perspectiva de una educación para la paz inclusiva, diversa y libre de toda forma de opresión y discriminación.
La gestión de políticas públicas no es un campo separado de la realidad, de esta forma, se caracteriza por disputas, acuerdos y negociaciones, que no siempre están de acuerdo con las directrices de los derechos humanos. La discontinuidad de las acciones y el cambio constante en la estrategia y perfil de los responsables de las políticas públicas impactan negativamente en la implementación de acciones y proyectos. En este contexto, es necesario buscar alternativas para garantizar los derechos sociales básicos a los grupos sociales marginados de forma continua y palpable, aunque estas alternativas no resuelvan completamente los problemas, pero encuentren soluciones gradualmente. En este proceso, trabajamos por la concienciación política y emancipadora a través de la educación como forma de hacer frente a la lógica de exterminio, que en ocasiones adopta el propio Estado. El desafío es enorme, sobre todo teniendo en cuenta el contexto actual, pero seguimos creyendo en la educación como camino para la transformación social. Como nos enseñó el gran maestro Paulo Freire, ¡hay que tener esperanza!
La modalidad de "Educación en el Campo" nació como contrapunto al antiguo enfoque de "Educación Rural". Es un intento de separar la noción de escolarización en el medio rural de los criterios puramente geográficos. Busca construir y fortalecer una noción de "educación en y desde el campo" que tenga en cuenta las especificidades, la cultura y la diversidad presentes en las zonas rurales. Trabajamos para no reproducir la dicotomía "campo x ciudad", en la que la ciudad se entiende como superior, más desarrollada y avanzada que el campo. En realidad, tenemos contextos sociales distintos que tienen demandas específicas debido a las peculiaridades de las poblaciones urbanas y rurales. Luchamos por garantizar las mismas condiciones y oportunidades a los estudiantes rurales que a los de las localidades urbanas. Además, siempre tenemos en cuenta las peculiaridades de la población rural y, sobre todo, valoramos su forma de vida y su cultura. La principal estrategia para este reconocimiento y para el fortalecimiento de la modalidad es la elaboración, a través de la investigación-acción, del Inventario Histórico y Cultural Social de las Escuelas del Campo, alineado al Proyecto Político y Pedagógico. Este es un paso importante para el establecimiento de vínculos, generando un sentimiento recíproco de pertenencia. La propuesta debe ser pensada a partir del papel del alumno y de la participación de otros segmentos de la comunidad escolar, respetando el campo como lugar de producción de vida, con formas particulares de organización socioeconómica y valorizando la identidad cultural de la localidad. Se fundamenta en el principio de que es necesario conocer y comprender críticamente la realidad, para interpretarla y transformarla.
La lucha contra el racismo pasa por profundos debates y reflexiones sobre la función social de la escuela y el papel de la escolarización en el proceso de inclusión social. Para ello, es necesario identificar, como telón de fondo, una estructura social no sólo racista y basada en la eugenesia, sino también patriarcal, sexista y misógina. Una que hace a las mujeres negras extremadamente vulnerables y blanco de diferentes formas de violencia. Este escenario nació en tiempos del Brasil colonial, se extendió durante el Imperio, se extendió por toda la República y sigue vivo como un proyecto que sólo presta atención a los intereses de los poderosos y prestigiosos. El resultado es una sociedad extremadamente injusta y desigual. Como consecuencia de esto, el Estado debe garantizar políticas capaces de compensar esta historia de exclusión a los grupos tradicionalmente marginados, deshumanizados y subordinados a través de las llamadas medidas de "discriminación positiva", como una forma de intentar salvaguardar las condiciones y oportunidades para todos a través de políticas de acción afirmativa. Estas acciones buscan promover el potencial de inclusión social, mitigando así las consecuencias de los procesos discriminatorios que forman parte de la sociedad brasileña. Con esto en mente, la escuela es un poderoso locus para los cambios que esperamos ver en la sociedad.
El Instituto Auschwitz es una importante asociación para nosotros en el desarrollo de acciones relacionadas con el debate sobre Derechos Humanos, justicia social y ciudadanía. Las discusiones en las acciones de formación conducidas por el Programa Warren de Políticas Educativas del Instituto Auschwitz junto con la materialización de prácticas pedagógicas en las aulas complementan directamente los principios teóricos de nuestro currículo. La principal experiencia de aprendizaje es la constatación de que es posible discutir temas complejos relativos a los Derechos Humanos a través de estrategias pedagógicas que sean dinámicas e interesantes. Estas estrategias ayudan a los profesores a mantener la atención de los alumnos al tiempo que promueven la reflexión y el compromiso político-social.
El proyecto Ciudadanía y Democracia en la Escuela permitió crear espacios de diálogo entre alumnos y profesionales de la educación. Basada en un enfoque participativo, la propuesta inspira el desarrollo de puntos de vista críticos y evoca reflexiones capaces de deconstruir los discursos de odio presentes en un contexto de extrema polarización política. Temas como el racismo, el fascismo, la discriminación LGBTQIA+, el sexismo, la diversidad religiosa, entre otros, son tratados de forma interseccional a lo largo del proyecto. En general, el curso fue muy bien valorado por los profesores y centros participantes. Iniciativas como ésta son cruciales para el fortalecimiento de una cultura de paz en las escuelas como estrategia para hacer frente a todas las formas de violencia y a la reproducción de prejuicios y estereotipos.
Los primeros contactos con los debates en el ámbito de los Derechos Humanos nacieron en mi proceso de acción sindical. El debate sobre las desigualdades socioeconómicas, que inicialmente se centró en la comprensión de cómo el modo de producción capitalista promueve una organización social injusta y divisiones en clases sociales antagónicas, se fue ampliando hacia lecturas e interpretaciones de la realidad que consideran diferentes mecanismos de subordinación y exclusión basados en la pertenencia étnico-racial, la identidad de género, la orientación sexual y la edad, entre otros, que repercuten en diversas formas de vulnerabilidades y jerarquías sociales.
Dentro de este proceso, puedo señalar tres inspiraciones principales: Una está en la acción y la lucha de los movimientos sociales. La segunda surge del diálogo con niños, adolescentes y jóvenes ávidos de oportunidades y voces. La tercera inspiración es el deseo de dejar un mundo mejor para las generaciones futuras.
Al considerar la forma en que el racismo define los roles sociales y que la escuela es un lugar de producción y reproducción de prejuicios y procesos discriminatorios étnico-raciales, llegué a comprender el papel de los profesionales de la educación en la lucha contra el racismo, que se construyó históricamente y sigue reforzándose y adaptándose a los diferentes contextos sociales.
Debido a las estructuras sociales que promueven la desigualdad y las prácticas segregacionistas, queda claro por qué sigue siendo ventajoso para ciertos grupos mantener el racismo como estrategia que mantiene el estatus de los grupos no privilegiados en la base de la pirámide social que sustenta el estatus privilegiado de un grupo minoritario. En este sentido, un orden económico y social injusto relega constantemente a estos individuos a la base de la pirámide, donde heredan una situación laboral insegura. Es importante recordar que la base de esta pirámide está compuesta principalmente por mujeres negras, como resultado de la superposición de las categorías de subordinación: raza, clase y género.
Consciente de ello, la directora de Educación Rural, Derechos Humanos y Diversidad desarrolla una amplia gama de proyectos y acciones capaces de minimizar los efectos de las desigualdades sociales, tales como:
Actuamos para hacer frente a la violencia desde la perspectiva de la educación para la paz de forma inclusiva, diversa y libre de toda forma de opresión y discriminación.
La gestión de las políticas públicas no es un campo separado de la realidad, por lo que se caracteriza por las disputas, los acuerdos y las negociaciones, que no siempre se ajustan a las directrices de los derechos humanos. La discontinuidad de las acciones y el cambio constante en la estrategia y el perfil de los responsables de las políticas públicas impactan negativamente en la implementación de acciones y proyectos. En este contexto, es necesario buscar alternativas que garanticen los derechos básicos de los grupos sociales marginados de forma continua, aunque estas alternativas no resuelvan completamente los problemas, sino que vayan encontrando soluciones. En este proceso, trabajamos por la concientización política y emancipadora a través de la educación como forma de enfrentarnos a la lógica del exterminio, que a veces adopta el propio Estado. El reto es enorme, sobre todo teniendo en cuenta el contexto actual, pero seguimos creyendo en la educación como camino de transformación social. Como nos ha enseñado el gran maestro Paulo Freire, ¡hay que tener esperanza!
La modalidad de "Educación en el Campo" nació como un contrapunto al antiguo enfoque de "Educación Rural". Es un intento de separar la noción de escolarización en el medio rural de los criterios puramente geográficos. Busca construir y fortalecer una noción de "educación en y desde el campo" que tenga en cuenta las especificidades, la cultura y la diversidad presentes en las zonas rurales.
Trabajamos para no reproducir la dicotomía "campo x ciudad", en la que la ciudad se entiende como superior, más desarrollada y avanzada que el campo. En realidad, tenemos contextos sociales distintos que tienen demandas específicas debido a las peculiaridades de las poblaciones urbanas y rurales. Luchamos por garantizar las mismas condiciones y oportunidades para los estudiantes del campo que para los de la ciudad. Además, siempre tenemos en cuenta las particularidades de la población rural y, sobre todo, valoramos su forma de vida y su cultura.
La principal estrategia para este reconocimiento y para el fortalecimiento de la modalidad es la elaboración, a través de la investigación-acción, del Inventario Histórico y Cultural Social de las Escuelas del Campo, alineado con el Proyecto Político y Pedagógico. Este es un paso importante para el establecimiento de vínculos, generando un sentimiento recíproco de pertenencia. La propuesta debe ser pensada a partir del papel del alumno y de la participación de otros segmentos de la comunidad escolar, respetando el campo como lugar de producción de vida, con formas particulares de organización socioeconómica y valorando la identidad cultural de la localidad. Se fundamenta en el principio de que es necesario conocer y comprender críticamente la realidad, para interpretarla y transformarla.
La lucha contra el racismo depende de profundos debates y reflexiones sobre la función social de la escuela y el papel de la escolarización en el proceso de inclusión social. Para ello, es necesario identificar, como telón de fondo, una estructura social no sólo racista y basada en la eugenesia, sino también patriarcal, sexista y misógina. Una que hace que las mujeres afrodescendientes sean extremadamente vulnerables y blanco de diferentes formas de violencia. Este escenario nació durante el Brasil colonial, y se extendió durante el Imperio hasta la República y sigue vivo como un proyecto que sólo atiende a los intereses del sector más privilegiado.
El resultado de esto es una sociedad extremadamente injusta y desigual. Como consecuencia de esto, el Estado debe garantizar políticas capaces de compensar esta historia de exclusión a los grupos tradicionalmente marginados, deshumanizados y subordinados a través de las llamadas medidas de "discriminación positiva", como una forma de intentar salvaguardar las condiciones y oportunidades para todos a través de políticas de acción afirmativa. Estas acciones buscan promover el potencial de inclusión social, mitigando así las consecuencias de los procesos discriminatorios que forman parte de la sociedad brasileña. Con esto en mente, la escuela es un poderoso lugar para los cambios que esperamos ver en la sociedad.
El Instituto Auschwitz es una asociación importante para nosotros en el desarrollo de acciones relacionadas con el debate sobre los derechos humanos, la justicia social y la ciudadanía. Las discusiones en las acciones de formación llevadas a cabo por el Programa de Políticas Educativas Warren junto con la materialización de prácticas pedagógicas en las aulas complementan directamente los principios teóricos de nuestro plan de estudios. La principal experiencia de aprendizaje es la constatación de que es posible discutir temas complejos relativos a los derechos humanos mediante estrategias de enseñanza dinámicas e interesantes. Estas estrategias ayudan a los profesores a mantener la atención de los alumnos al mismo tiempo que promueven la reflexión y el compromiso político-social.
El proyecto Ciudadanía y Democracia desde la Escuela permitió crear espacios de diálogo entre estudiantes y profesionales de la educación. Basado en un enfoque participativo, la propuesta inspira el desarrollo de puntos de vista críticos y evoca reflexiones capaces de deconstruir los discursos de odio que están presentes en un contexto de extrema polarización política. Temas como el racismo, el fascismo, la discriminación LGBTQIA+, el sexismo, la diversidad religiosa, entre otros, son tratados de forma interseccional a lo largo del proyecto.
En general, el curso ha sido muy bien recibido por los profesores y por los centros participantes. Iniciativas como ésta son cruciales para el fortalecimiento de una cultura de paz en las escuelas como estrategia para enfrentar todas las formas de violencia y la reproducción de prejuicios y estereotipos.